El amor es un estado de afecto y apego hacia personas, animales o cosas. Está íntimamente relacionado con nuestra química mental, con nuestras hormonas o con nuestra costumbre. Pero hay muchas otras definiciones para este sentimiento empapadas de cursilería, romanticismo o religiosidad, según quien ose referirse a tan manoseado asunto.
Decir que el amor es lo que mueve al mundo parece lógico, muchos estudian y después trabajan para poder conseguir el amor marital que los acompañe por el resto de su vida, después dirán que trabajan y luchan por sus hijos (si los tienen). Otros dicen trabajar y luchar por la sociedad, por sus padres, por los animales, por sí mismos, en fin… La constante, en todo caso, es decir que el verdadero amor es desinteresado. ¿Lo es?
No puedo hablar por todos, pero mi experiencia me ha hablado al oído diciéndome que no; que el amor a veces busca reciprocidad en quien se deposita como si se tratase de una inversión, a veces busca aprobación social para dilatar el ego, en no pocas ocasiones se busca un pasaporte divino para entrar al cielo sin escalas y en raros casos el amor se da con el propósito de procurar un bienestar secreto: la auto-aprobación, la tranquilidad de la conciencia. Este, en últimas, debería ser el objetivo que nos mueva a todos a amar, la transacción ideal para satisfacción general.
Decir que el amor es lo que mueve al mundo parece lógico, muchos estudian y después trabajan para poder conseguir el amor marital que los acompañe por el resto de su vida, después dirán que trabajan y luchan por sus hijos (si los tienen). Otros dicen trabajar y luchar por la sociedad, por sus padres, por los animales, por sí mismos, en fin… La constante, en todo caso, es decir que el verdadero amor es desinteresado. ¿Lo es?
No puedo hablar por todos, pero mi experiencia me ha hablado al oído diciéndome que no; que el amor a veces busca reciprocidad en quien se deposita como si se tratase de una inversión, a veces busca aprobación social para dilatar el ego, en no pocas ocasiones se busca un pasaporte divino para entrar al cielo sin escalas y en raros casos el amor se da con el propósito de procurar un bienestar secreto: la auto-aprobación, la tranquilidad de la conciencia. Este, en últimas, debería ser el objetivo que nos mueva a todos a amar, la transacción ideal para satisfacción general.
Reconozcamos sin vergüenza que amamos por interés: el interés de dormir satisfechos porque no sólo hemos hecho el bien a quienes amamos con más intensidad, sino a quienes amamos con menos fuerza y a quienes no amamos. Seamos sinceros con nosotros mismos, al hacer todo esto buscamos un placer que, sin parecerse al sexual, puede ser igual de fuerte. De esta forma el amor no es esa virtud religiosa que nos exige dejarnos a nosotros mismos en actitud de sacrificio, es una acción encaminada a premiarnos en silencio, siendo conscientes de que muy probablemente no habrá otra vida después de esta en la que nos recompensen. Debemos buscar esa recompensa ahora, al mirarnos al espejo sonrientes, satisfechos, llenos del sentimiento que nos ocupa, hacia nosotros y hacia los demás.