El amor y el alimento

Pese a que el concepto de amor parece estar claro entre mis lectores (no necesariamente han de compartirlo), vale la pena dejarles esta inquietud sobre la importancia de este sentimiento recordando el experimento llevado a cabo por el psicólogo norteamericano Harry Frederick Harlow, una experiencia que a la luz de nuestros avances en materia de respeto a los animales resulta depravada, sin embargo, hay que entender que en el siglo pasado se consideraba que los animales tenían como “misión” servir a los “superiores” propósitos humanos, aunque muchos de los supuestos que los actuales científicos adoptan a la hora de considerar las dimensiones morales de sus experimentos (para bien o para mal) con estos monos altamente sociables, provienen del trabajo de Harlow.

El experimento consistía en desprender a un mono Macacus Rhesus recién nacido de su madre y obligarlo a compartir sus primeros días de vida con dos robots. El primer robot era una burda imitación metálica de otro mono con dos “pezones” que le proveían leche permanentemente, el otro era una imitación más elaborada con una suave piel de lana que lo recubría. La cría pasaba la mayor parte del tiempo con este último, pero sólo acudía al primero cuando tenía hambre.
Podríamos sacar varias conclusiones.
  1. El mono necesitaba más del calor y el alimento era algo necesario pero no importante.
  2. El mono necesitaba afecto y el alimento era algo necesario pero no importante.
  3. El mono necesitaba del calor y del afecto.
  4. El mono se identificaba más con el mono peludo y buscaba su cercanía social.
Siendo el mono un animal con hábitos sociales como los nuestros podríamos concluir finalmente que al necesitar afecto, calor e identificación necesitaba de algo muy similar o idéntico a lo que nosotros llamamos amor, por encima de otras necesidades.
La mayoría de nosotros se pasa la vida buscando la aprobación y el afecto de los demás. Esto no está mal, deberíamos aceptarlo y no pretender borrar esa necesidad anteponiendo intereses de otro tipo. Lo que nos puede ayudar a sobrevivir como especie en medio de esta incertidumbre de los tiempos modernos es precisamente lo que nos ha permitido llegar a ser humanos: el amor, la racionalidad y el gregarismo (en orden de importancia). Saquemos de nuestra mente la idea de que el éxito se mide por las posesiones materiales, recordemos que la felicidad no puede depender de algo externo y efímero, un desastre natural podría arrasar nuestras pertenencias.
Vivamos por el amor, comamos sólo para vivir.

Amor

El amor es un estado de afecto y apego hacia personas, animales o cosas. Está íntimamente relacionado con nuestra química mental, con nuestras hormonas o con nuestra costumbre. Pero hay muchas otras definiciones para este sentimiento empapadas de cursilería, romanticismo o religiosidad, según quien ose referirse a tan manoseado asunto.

Decir que el amor es lo que mueve al mundo parece lógico, muchos estudian y después trabajan para poder conseguir el amor marital que los acompañe por el resto de su vida, después dirán que trabajan y luchan por sus hijos (si los tienen). Otros dicen trabajar y luchar por la sociedad, por sus padres, por los animales, por sí mismos, en fin… La constante, en todo caso, es decir que el verdadero amor es desinteresado. ¿Lo es?

No puedo hablar por todos, pero mi experiencia me ha hablado al oído diciéndome que no; que el amor a veces busca reciprocidad en quien se deposita como si se tratase de una inversión, a veces busca aprobación social para dilatar el ego, en no pocas ocasiones se busca un pasaporte divino para entrar al cielo sin escalas y en raros casos el amor se da con el propósito de procurar un bienestar secreto: la auto-aprobación, la tranquilidad de la conciencia. Este, en últimas, debería ser el objetivo que nos mueva a todos a amar, la transacción ideal para satisfacción general.

Reconozcamos sin vergüenza que amamos por interés: el interés de dormir satisfechos porque no sólo hemos hecho el bien a quienes amamos con más intensidad, sino a quienes amamos con menos fuerza y a quienes no amamos. Seamos sinceros con nosotros mismos, al hacer todo esto buscamos un placer que, sin parecerse al sexual, puede ser igual de fuerte. De esta forma el amor no es esa virtud religiosa que nos exige dejarnos a nosotros mismos en actitud de sacrificio, es una acción encaminada a premiarnos en silencio, siendo conscientes de que muy probablemente no habrá otra vida después de esta en la que nos recompensen. Debemos buscar esa recompensa ahora, al mirarnos al espejo sonrientes, satisfechos, llenos del sentimiento que nos ocupa, hacia nosotros y hacia los demás.
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